Por este motivo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya ha avisado a España de la infravaloración que sufre la Formación Profesional en España, situando la tasa de estudiantes españoles muy por debajo de la media europea: tan solo el 12% de los alumnos están matriculados en algún ciclo de formativo, algo menos de la mitad de la media en Europa (26%). Esto es algo que desde Infoempleo nos preocupa, y mucho.

En nuestro país, esta formación ha sido considerada históricamente de un nivel inferior a la universitaria, de segunda clase. Debido a esto, se han usado referencias despectivas para ella y se ha relacionado con estudiantes con peores calificaciones académicas. Es por ello que muchas familias y estudiantes han preferido elegir la vía universitaria para continuar su formación sin ni siquiera plantearse otras opciones. Esto ha provocado que 1 de cada 5 alumnos universitarios acaben abandonado la carrera durante el primer año porque no han visto cumplidas sus expectativas, el ya famoso “esto no es para mí”, u otros motivos como el económico.

Sin embargo, poco a poco comienzan a desmontarse los mitos sobre la FP. Los datos son los primeros avales de esta transformación. Según los datos del último Informe de Infoempleo Adecco sobre la oferta y demanda de empleo en España, las ofertas que recogen entre sus requisitos la obligación de contar con, al menos, un título de Formación Profesional se sitúan en segunda posición detrás de aquellas dirigidas a universitarios. Dentro de este grueso de oferta, el 72% solicita la titulación de Técnico Superior y el 28% la de Técnico Medio.

Y es el que el principal factor que caracteriza a la FP es su buena empleabilidad y las diversas ofertas de empleo que existen enfocadas a estos estudios. La variedad de titulaciones, las enseñanzas eminentemente prácticas (sin dejar de lado la teoría) o las materias transversales enfocadas a lo que el mercado laboral demanda, provoca que sus estudiantes sean enormemente atractivos para las empresas, algo con lo que, en muchas ocasiones, la universidad no puede competir. Es por ello que desde el inicio de la crisis, muchos trabajadores que perdieron sus empleos vieron en la FP una posible vía formativa que les permitiese acceder otra vez al mercado laboral. Lo mismo ha ocurrido con un gran número de estudiantes universitarios que al acabar su carrera decidieron entrar en la Formación Profesional. Los sectores que más estudiantes de ciclo formativo demandan en la actualidad son informática e internet (11,28%), servicios (9%), industrial (8,3%), sanidad (7,8%) y enseñanza/formación (6,9%).

La Formación Profesional se antoja como uno de los posibles antídotos para combatir la alta tasa de paro juvenil en España (17,1%), la cual se sitúa en la segunda posición de Unión Europea, detrás de Grecia. Es por ello que empresas y organizaciones supranacionales han instado al Gobierno central a establecer medidas que fomenten la FP. La Formación Profesional dual que combina estudio y trabajo y que se introdujo en España en 2011 parecía ser la solución. Sin embargo, en la actualidad solo llega al 0,4% de los alumnos situándose la media de la OCDE en un 17%.

Además de impulsar estos itinerarios formativos es necesario establecer mecanismos que permitan hacer un seguimiento de las prácticas que los estudiantes realizan en las empresas para evitar la introducción de malas praxis por parte de las compañías como se ha venido denunciando en Alemania en los últimos años. En esta línea, el Deutsche Gewerkschaftsbund (DGB) asegura que numerosas empresas emplean a sus becarios para realizar tareas que nada tienen que ver con sus estudios y donde los estudiantes tienen que hacer horas extras no remuneradas. Es la otra cara de la FP.